lunes, 30 de marzo de 2020

El yacimiento


-Ahí la tienen, la imagen tridimensional del equipo de antropólogos que dirige el doctor Remmsit en el lugar de los hechos.
Millones de personas seguían expectantes a través de sus holófonos o agrupándose ante las triteles urbanas lo que era considerado el hallazgo del milenio. Las cámaras autónomas se adentraban en el laberíntico yacimiento sobrevolando un entramado de balizas hasta llegar a la plataforma desde la que el doctor Remmsit coordinaba todo el cotarro. 
-Vemos los equipos de excavación trabajando a pleno rendimiento y según parece hay una burbuja con una curiosa circunstancia ¿Es así doctor?, cuéntenos…
-Sí, sí, así es –asintió el veterano científico-. Es un hallazgo sin precedentes. Bajo todo este terreno pudo haber una población y hemos llegado hasta el tejado de lo debió ser una vivienda. Por una casualidad geológica ha permanecido casi tres mil años dentro una especie de burbuja al vacío y tenemos la esperanza de encontrar objetos intactos.
Alguien, sobre una moto voladora, apareció al fondo haciendo aspavientos y gritando…
-¡Doctor Remmsit, tiene que ver esto!
El presentador interrumpió…
-¿Qué ocurre doctor?
-Se trata de Jazzgreen, una de mis ayudantes.
La joven, claramente emocionada, mostró al doctor un objeto de apariencia metálica.
-¡Caramba!
El presentador, impaciente…
-¿Puede decirnos de qué se trata?
El experimentado investigador, observando el hallazgo con una gafas de Iridium computerizadas, balbuceo sus explicaciones.
.Eh…, déjeme ver… Sí, es un gadget de mediados del siglo XXI. Deduzco que de la época del gran colapso climático. Es una unidad de almacenamiento de datos personales que se activaba desde un teclado y contaba con una pantalla de dos dimensiones. En aquella época lo llamaban portátil y… ¿eh?, miren, ¡se enciende! ¡Esto es increíble, maravilloso! ¡¡Y hay algo escrito en la pantalla…!!


-¿Doctor, qué pone…? Léanos-, inquirió el periodista. 
Sosteniéndolo con primor, el antropólogo escrutó la pantalla del artilugio y empezó a leer…
“Hoy 30 de marzo de dos mil veinte, devuelto a la tristeza de mi soledad más profunda, recuerdo con amargura los muchos límites que me han constreñido y ahora me enclaustran. Repaso los versos de León Felipe, el poeta que cantó los límites, físicos y biológicos, que a todos nos son comunes:
‘Mi vida limita al norte con la muerte / y al sur, con mi madre herida. / A la derecha, mi amo contabilizando el aire, / y a la izquierda tu sonrisa, amiga de amar, amante’.
La añoro y muero.”

Este relato participa en la convocatoria de @divagacionistas de 30 de marzo de 2020