viernes, 25 de agosto de 2017

Para ser feliz...


-Sí, hay una música de fondo. Mejor si te pones auriculares, bajas el volumen hasta lo imprescindible y lees despacito-


Definiciones de felicidad hay para aburrir y recetas para conseguirla ya ni te cuento. La felicidad, la gran utopía de la condición humana, está sobrevalorada. Es la gran meta, la cumbre más alta de todas cuantas se puedan escalar en esta vida. Unos la asocian con tener una destacada posición social, otros con la promoción profesional y la mayoría con lo material ¿Cómo no va a ser feliz un millonario?

El ser humano quiere ser feliz y serlo siempre, todo el tiempo. La filosofía así lo reconoce desde tiempos aristotélicos y en sus razonamientos y conjeturas le ha puesto subtítulos a la felicidad hablándonos de hedonismo o de eudemonismo, o sea, de placer o de virtud como ingredientes principales de la compleja receta que es necesario cocinar para saborear a la postre el apetecible plato de la felicidad.

Para quienes quieran entrar en mayores disquisiciones sobre el concepto de felicidad les recomiendo echar un vistazo a la llamada pirámide de Maslow, un esquema  en el que, de manera sencilla, se jerarquizan aquellas cosas que se consideran necesarias para ser feliz. Y aquí entra en juego la Psicología, con su propensión a medir conceptos tan intangibles y subjetivos como la felicidad. De vez en cuando, entre las noticias de los telediarios, nos hablan de una tal encuesta Gallup que trata de establecer el ranking de los «países más felices», pero, ojo, se trata de una medición hecha con fines mercadológicos, no sociológicos.

En lo que estamos de acuerdo es en que todos queremos ser felices y serlo supone tranquilidad económica, paz interior, buena salud, ausencia de conflictos, estabilidad laboral, reconocimiento social y, sobre todo, afectividad correspondida. Dicho de manera simple y como decía la canción: salud, dinero y amor. Pero disfrutar de todo eso, aún en abundancia, no nos garantiza la felicidad porque esa también depende de nuestra personalidad y de nuestra biología neuronal.

El entorno cultural en el que hayamos evolucionado, la educación que nos hayan inculcado durante nuestra infancia y juventud, la cantidad de conocimientos que hayamos adquirido durante nuestra etapa académica y siguientes, nuestras relaciones, amistades, aficiones y pasiones marcan nuestra personalidad y, además, nuestro cerebro es un drogadicto insaciable. Me explico. Por ejemplo, esas sensaciones que tenemos cuando nos enamoramos son consecuencia de que nuestro cerebro se inunda de serotonina y de otros neurotransmisores como la oxitocina, también llamada la hormona del amor.

La experiencia nos dice que felicidad son, al fin y al cabo, sólo momentos en los que algo nos conmueve, nos hace sentir placer o nos emociona, no necesariamente para dibujarnos una sonrisa en la cara. Para mi la felicidad no es otra cosa que ser consecuente y obtener con ello la satisfacción de saber (al menos de creer con convencimiento), que se ha hecho lo correcto aunque eso suponga un doloroso sacrificio. La felicidad es sentir de forma consciente, apreciar lo que se tiene y recordar con alegría esos instantes tan especiales que hemos vivido.

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