lunes, 28 de agosto de 2017

¡Se me ha roto!


-Sí, hay una musiquita de fondo. Mejor si te pones auriculares, bajas el volumen hasta lo imprescindible y lees despacito-


Hoy tuve que andar hasta el Centro de Salud, por lo mío, que se suele decir. Hacerlo, caminar la corta distancia que, por fortuna, separa mi casa del ambulatorio ha sido, con perdón por el dramatismo, una aventura al Himalaya ¡Qué barbaridad! Me crujía todo, me tiraba todo, me molestaba todo, me dolía todo. Un pequeño recorrido para el hombre, una odisea para un señor dolorido (o sea, yo).

Ciertamente que antes de que nos pase cualquier cosa, de que algún tipo de achaque se manifieste, nos sentimos invulnerables, fuertes, indestructibles, capaces de cualquier cosa. Luego, cuando la triste realidad se revela con la más mínima, ¡zasca!, la falsa coraza salta por los aires y nos quedamos ante el dolor como nuestra madre nos trajo al mundo, indefensos y vulnerables. Se le puede plantar cara con toda la voluntad que uno quiera, pero cuando duele, duele.

¡Qué maravillosa es la sensación que produce ese calmante que te inyectan cuando llegas arrastrándote al Centro de Salud! De un estado de irritación, de desconsuelo, de hastío, y hasta de tormento…, pasas, en pocos segundos, a lo que se dice "flotar en una nube". Le atribuyen a Schopenhauer lo de que “la felicidad es la ausencia del dolor” (¡vaya usted a saber!), pero es verdad que la contraposición de un estado con el otro, del antes con el después, hace de esa frase una verdad rotunda.

Pero el efecto de esos calmantes, por muy eficaces que sean, tienen sus horas contadas (a no ser que no te importe convertirte en un yonki de los opiáceos), sin embargo, hay otras “medicinas” que tienen un efecto mucho más radical y duradero y no, no hablo de falsos milagros homeopáticos ni nada por el estilo. Hoy, al “despertar” de mi letargo terapéutico me he topado con una buena dosis de esa otra medicina. La medicina del afecto, de la atención más considerada, de la generosidad, de la prescripción de mayor prestigio. Hoy, el maestro Gorka Zumeta se ha hecho eco de uno de mis post. No me puedo sentir más halagado, más privilegiado, más honrado ni mejor tratado ¡Un profesional de tan amplia experiencia, un divulgador de tan gran prestigio dando pábulo a una de mis propuestas más recientes y quizá de las más atrevidas!

Hablo de mi, puede que en exceso, con perdón (sí, perdón otra vez), pero también hablo de quienes, como yo, son amantes de la radio, hablo de los que hacen o quieren hacer podcast y hablo, con el background de “La Nueva Radio” en mi cabeza, de un proyecto que pretende unirlo todo para construir una realidad en la que una radio streaming llamada Ninguna sea el cauce catalizador de decenas, ojalá que de cientos de iniciativas que, por mucho éxito que tengan (especialmente algunas de mucho mérito) allí donde, como archivos de audio, estén alojadas (y podrán seguir estándolo), puedan llegar a  tener mucho más, mucha mayor difusión y mayor presencia si deciden unir su esfuerzo al de otros (todos juntos pero no revueltos). Hoy es un sueño, pero no es un sueño imposible. Es un llamamiento a construir algo nuevo sin que una gran corporación lo organice, lo gestione y lo explote. Es una revolución.




Tengo algo fundido, algo roto, pero tiene arreglo. O los huesos hacen su función o aprendes a vivir con alguna avería, no queda otra. Pero por nada del mundo quisiera, dentro de algún tiempo, recordar este proyecto y tener que exclamar ¡se me ha roto! Por favor, únete a él, hazlo tuyo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario