miércoles, 23 de agosto de 2017

Lo que de verdad importa


-Hay una música de fondo que puedes activar con el botón «play» al final de la página-


La vida es azarosa para todo el mundo. Para unos es propicia en éxitos, en recompensas unas veces sí y otras no tan aparentemente merecidas. De la misma manera, para otros las cosas no son por lo frecuente especialmente buenas y vivir, solventar el día a día, parece que les exige un esfuerzo adicional que confiere a lo cotidiano un extra no siempre fácil de sobrellevar.

Hay biografías estremecedoras, tan repletas de adversidad y superación que quienes las protagonizan parecen personajes irreales, extraordinarios, como los de una historia imaginaria de esas que sólo pueden ser producto de la exagerada imaginación de algún novelista de ficción. Pero no, algunas veces esas historias ocurren de verdad. Y no es necesario situarse en escenarios de guerras, catástrofes o episodios tremendamente trágicos. Algunas veces esas historias suceden al otro lado de la escalera o quizá hayan marcado la vida de alguien a quien saludamos con frecuencia y de quien no sabemos mayor cosa.

Puede darse el caso, y se da, de que en un momento dado nosotros mismos nos veamos sorprendidos por alguna circunstancia que nos exija un esfuerzo mayor o descomunal para superar la situación y luego, una vez pasada, la recordemos con menor crudeza de la que en realidad aconteció. Puede, incluso, que un episodio de tales características se prolongue mucho más de lo que imaginábamos o creímos ser capaces de soportar, pero lo hacemos.

Nadie más ni mejor que nosotros mismos comprenderá entonces la extraordinaria inclemencia de lo soportado porque, por lo general, quien no ha vivido en primera persona ese tipo de episodios tendrá, caso de llegar a conocerlos, una visión trivial de un relato que le sonará más a ficción cinematográfica que a una cruda realidad vivida en toda su extensión, forma e intensidad.

Lo que de verdad importa antes, durante y después de esas vivencias especialmente duras y casi siempre amargas, es poder contar con el apoyo de quien esté dispuesto a comprender. Es cierto que los momentos más adversos de la vida purgan por sí mismos las amistades y que pocos, excepto la familia, se quedan a compartir lo más difícil. Y es verdad que hay quien los tiene que atravesar solo, sin poder contar siquiera con su familia porque ya no la tiene o porque la que tiene está lejos, muy muy lejos.


Cuando la vida (el lugar no el azar), te pone delante situaciones difíciles se cobra su precio, algunas veces uno demasiado alto. Cuando se pierde todo, cuando se pierden supuestos amigos e incluso a personas queridas, muy queridas, queda tan sólo la esperanza de que algún día podamos recobrar su contacto y merecer su comprensión, su confianza, no su pena o su compasión. El afecto de aquella persona tan especial, su amistad, su calidez, su transigencia o incluso su perdón. Eso es lo que de verdad importa.

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