viernes, 25 de agosto de 2017

¡Job está bien!

No es que tuviera muchas ganas, pero pensando lo mucho que echaré de menos estas tardes de verano tan pronto transcurran unos días y empiece a sentirse la presencia del otoño con el rigor temprano que suele mostrar aquí, en la montaña, esta tarde salí a pasear para aprovechar la temperatura agradable que todavía tenemos por esos lares hasta la puesta de sol. Luego baja bastante y puede notarse hasta frío, clima de montaña.

Salí despreocupado a caminar sin rumbo, a estirar las piernas. Cuando llegué al parque que hay muy cerca de casa descubrí que allí, en un banco alejado, estaba sentado Job. Tardé unos momentos en reconocerle porque estaba encogido, sujetándose la cabeza entre las manos y con los brazos apoyados sobre las rodillas. Caminé hacia él sin que se percatara de mi presencia. Parecía absorto. Cuando estuve ya próximo le saludé…

-¡Caramba Job, me alegro de verte!

Sin abandonar del todo su postura apartó una de sus manos de la cara giró la cabeza y me miró yo diría que con cierto asombro.

-Hola Jose , ¿qué haces por aquí? Te hacía convaleciente en casa…
-Ya ves Job, un poco harto de tener que estar tan quieto, sin poder hacer más que esperar a que me llamen para operarme de nuevo… Bueno, ¿qué tal tú? Me dejaste muy preocupado con aquello de tu despedida…
-No levanto cabeza Jose. Al final me perdió la ansiedad y dije cosas de las que ahora estoy muy arrepentido. No sé cómo arreglarlo, si es que esto tiene arreglo.
-A ver, deja de preocuparte. Seguro que no es tan grave. ¿Quieres hablar de ello?
-Pues la verdad, no estoy seguro. No sé si es mejor darle una vuelta o dejarlo ya de una vez y pasar página. Si no me he muerto ya por lo pasado esto tampoco me va a matar.
-Bueno, bueno Job, no dramatices hombre. Estas cosas pasan constantemente y le suceden a muchas personas. Tú eres un tío inteligente  y estoy seguro de que puedes superar cualquier cosa.
-No sé. Ya sé que lo dices con buena intención, pero, acabe como acabe, es un asunto que llevo clavado en el alma…, me siento torpe, culpable.
-No pasa nada. A ver, dime, ¿cuál crees tú que es el problema?
-¡Buf! ¡Menuda pregunta! Empiezo a explicarte y no acabo.
-No, no. Céntrate. Trata de explicarme lo importante, la causa de que estés así.
-¿Te conté lo de Virginia, no?
-¿Aquella chica que era tu novia cuando te viniste a vivir aquí?
-Sí, más o menos.
-¿Cómo que más o menos? ¿Era o no era tu novia?
-Bueno, podríamos decir que sí. De hecho alguna conversación habíamos tenido sobre planificar juntos el futuro y tal…
-Ya, bueno, pero de eso hace ya la tira de tiempo…
-Hombre, no lo puedo negar, pero para mi es como si hubiera sido ayer…, o la semana pasada.
-Bueno Job. Hay que ser realista ¡Han pasado ya años! ¡La tira de años!
-Cuando me vine a aquí  fue para solucionar un problema, para una breve temporada. Trabajaba lejos de mi tierra y como ella estaba allí pues..., la verdad es que no lo hice muy bien, forcé la situación, pero dejé aquel trabajo y regresé para poder estar cerca de ella. Además, tenía por entonces la casa de mis padres allí, tenía mi viejo cochecito y podía ir y venir, moverme sin problemas. Pensaba que no me iba a ser difícil encontrar allí un trabajo de lo mío, ya sabes, pero una tras otra no encontré sino puertas cerradas. El tiempo se me fue echando encima, mis padres que por entonces acababan de irse a vivir al extranjero, querían vender la casa y mi presencia en ella era un problema. Así que en cuanto salió la oportunidad de un trabajo me vine aquí sin pensármelo dos veces, ya ves. Después…, bueno ya sabes lo que pasó.
-Ya, ya. Pero, a ver, focaliza porque todavía no me cuentas nada de dónde está el problema…
-Es que si no empiezo por ahí no vas a entender nada…
-Venga, va. Avancemos…
-Luego Virginia…, mi princesa…, mi dulce princesa…

Job volvió a echarse las manos a la cara y comenzó a balbucear palabras ininteligibles. Se echó a llorar…

-Tranquilo, hombre, tranquilo. Que me vas a hacer llorar a mi también. Cálmate, no pasa nada. Ya sé que te duele recordar todo eso, pero tranquilo. Venga, cuenta…
-Perdona, no lo puedo reprimir, lo siento…
-No lo sientas. Cálmate y habla. Que tenemos confianza, hombre. Ya verás como hablándolo te tranquilizas y te recuperas.
-Tienes razón, perdona…

Job enjugó sus lágrimas, se atusó el pelo con las manos y recobró una postura erguida y serena sobre el respaldo del banco.

-Ella tenía veintidós años ¡Era una niña!
-Hombre Job, con veintidós años, una niña tampoco era…
-Bueno, la cuestión es que por entonces estaba acabando la carrera, aunque llevaba tiempo haciendo prácticas, y yo, como era casi diez años mayor que ella, me sentía responsable… ¡Yo qué sé! No me atrevía a plantear nada estando ella en ese punto de su vida y más en mi situación. Puede que sólo fueran tonterías mías, pero así eran las cosas.
-¿Y qué pasó después?
-¿Después…?, Que cuando me encontré con la sorpresa de que aquí me dejaran en la calle de la noche a la mañana, sin trabajo, sin casa, sin familia… ¡No veas como me agobié! Caí en una depresión de caballo. Menos mal que me salió lo de Almería. Ya ves, yo, con mi carrera y mi experiencia a trabajar de peón para sobrevivir… ¡No sabes la vergüenza que me daba contarle a nadie conocido lo que me estaba pasando! ¡Pero tenía que salir de aquella y vivir como fuera! ¿Me entiendes verdad?
-Te entiendo Job, te entiendo. Pero hombre ¿Es que no pudiste si quiera hacer una llamada, yo que sé, a tus padres, a Virginia…?
-Te lo querrás creer. Lo primero es que hasta que no pasaron cerca de dos meses y empecé a cobrar algo, no tenía ni para tabaco. Es que entonces todavía fumaba… Además, ya te lo he dicho, me daba tela de vergüenza y como creía que todo pasaría en unos días pués… Yo sólo quería ganar algo de dinero para poder regresar a mi tierra y empezar a buscar otra vez algo, lo que fuera. Pensaba que si estaba trabajando de peón en Almería, podría hacer lo mismo en mi ciudad si llegara a ser necesario, ¡no se me iban a caer los anillos! Pero, joder, era muy duro aceptar todo aquello. Virginia era ya una persona con unas grandes posibilidades profesionales y desde el primer día que la conocí, en cuanto tuve la primera conversación con ella, comprendí que intelectualmente me superaba. Era una persona muy, muy inteligente, brillante y culta, muy culta ¡Menuda es Virginia!
-Joé Job, no sé que decirte. En esas cosas, cada uno es como es…
-Sí, sí…, ya sé lo que me vas a decir. Que hice el tonto, que no supe gestionar bien el momento y quizá no hice entonces lo más correcto, pero a mi me pareció que sí ¿Cómo iba yo, con mis problemas y en semejante situación, a ser capaz de interferir en la vida de Virginia? No creas que no le di vueltas. ¿Qué debí hacer entonces? ¿Llamarla a casa de sus padres para decirle que lo nuestro era imposible, que se olvidara de mi? ¡Pero si yo la quería! Estaba enamorado Jose, muy enamorado. La quería con toda mi alma.
-¡El tiempo todo lo cura!
-El tiempo ha sido mi verdugo Jose. No he hecho otra cosa más que darle vueltas y más vueltas durante todos estos años…
-Pero, a ver. Ahora ¿a que viene que saques a relucir todos esos recuerdos del pasado y por qué estás tan afectado?
-Pues… Como con aquella sociedad que hicimos con los holandeses me parecía que iba a ir todo como la seda y que de una vez por todas se acabarían todos mis problemas, salvo lo de tener que cuidar de mi padre y eso, pues hice una tontería…
-¿Tontería? ¿Tú? ¡Cuál!
-Pues nada, que busque su nombre en Internet y ¡zas!, ¡la encontré!
-¡Ah! ¡sí?
-Sí. Al principio no sé si tenía muy claro quien era yo, pero cuando ya por fin hablamos ¡buah!, fue muy duro. Los dos nos echamos a llorar y…, bueno ella me dijo que ya no me quería, claro, y que no recordaba gran cosa de mi. Me había ido borrando de su memoria…

A Job se le humedecieron nuevamente los ojos, suspiró profundamente, me miró fijamente y con voz entrecortada dijo…

-Yo no he dejado de quererla Jose. Ya sé que no tengo ni derecho ni oportunidad de reconstruir ya nada, pero he descubierto que sigo queriéndola y que fue y es el gran amor de mi vida. No he tenido muchas parejas, pero no recuerdo haber sentido nada ni parecido con ninguna otra.
-Bueno Job, tienes que comprender que a estas alturas, después de tanto años, ella seguramente ya tendrá más que encarrilada su vida…
-Eso mismo pensé yo y por eso, desde el primer momento, siempre quise ser prudente y no pasarme de la raya. Pensaba hasta que estaría casada y con hijos, pero la verdad es que no. Sé que ha tenido otras relaciones, claro, pero por lo visto ninguna de ellas ha llegado a cambiar su vida del todo.
-No me estarás diciendo que ahora pretendes…
-¡No! ¡De ninguna manera! Puedo ser un insensato, pero no tanto. Yo sólo quería, primero saber que estaba bien, que era feliz, y luego proponerle empezar una amistad. Quería que fuéramos amigos, contarnos nuestras cosas, hablar de temas de la profesión, del trabajo…, cosas así.
-¿Y qué?
-Bueno, la verdad es que ni bien ni mal. Creo que le hemos puesto voluntad pero al principio notaba como me lanzaba algún reproche de esos que te llegan como si nada, palabras envenenadas. No sé, resquemor, desconfianza…
-Bueno Job, tampoco es tan raro. Yo diría que hasta lógico…
-Ya te he dicho que es una persona muy inteligente y bien formada. Además, es sensible y comprensiva, más de lo que esperaba porque al principio, te lo digo de verdad Jose, me daba miedo, que digo miedo ¡pánico! Ha sido difícil, muy difícil…
-Lo que no entiendo Job, es como ahora, después de tanto tiempo, te complicas la vida de esta manera.
-Necesitaba que conociera por mi mismo qué fue lo que pasó. Y, sobre todo, necesitaba dejar claro que puede que no lo hiciera bien, que me equivocara gravemente, pero que no actué de mala fe y que no soy ni mucho menos un canalla o un cobarde que desaparece porque sí.
-Bueno Job, eso lo sabes tú. Los demás, visto así desde fuera…
-¿Es que no me conoces Jose? ¿Crees que después de todo podría dejar dudas sobre mi y mucho más a una persona que me importa tanto?
-Bueno, bien, bien… Tú sabrás. Yo, claro que confío en ti. Es como si nos conociéramos de toda la vida… Pero lo que sigo sin entender es el por qué de ese disgusto que arrastras desde hace días con todo este asunto que parece un culebrón venezolano Job.
-Pues nada, que me agobié Jose, que metí la pata.
-¿Cómo?
-Pues mira, que entre lo de mi padre, lo de los holandeses, los problemas en casa… Hace ya unos meses empecé a leer lo que no debí empezar a leer…
-¿De qué me estás hablando?
-Virginia, que tiene un blog y escribe relatos y los cuenta de una manera que no puedo sino imaginar que son experiencias suyas propias
-Bueno ¿y qué?, cada uno cuenta lo que le da gana. Somos libres Job.
-Hombre ya, pero, yo que sé, empecé a emparanoyarme Jose. De repente empecé a pensar que lo hacía para fastidiarme. No me digas nada, no me preguntes por qué. Ya sé que no tengo ningún derecho a entrometerme en su vida, ni a sacar conclusiones de nada y mucho menos a juzgar nada, ni nada de nada, pero eso me pasó Jose, me pasó, sí, me pasó. Y claro, la cosa acabó mal, muy mal. Ha sido algo irracional, ilógico. Me llegué a sentir tan mal que empecé a alejarme, a no contestar a sus saludos, a no responder a sus mensajes… Bueno, algo surrealista. No me preguntes porque ni yo mismo sé bien qué me pasó…
-Y se enfadó contigo…
-¡No! ¡Que va!, el que ha medito la pata hasta el corvejón he sido yo.  Verás. Ya habíamos tenido algunas suspicacias y discusiones, ya nos habíamos advertido varias veces que nos estábamos haciendo daño, que no podíamos seguir así…
-¿Y por qué, joé? ¿No se trataba de ser amigos?
-¡Sí!, pero he insistido tanto en intentar que comprendiera lo que me pasó que ella, claro, se queja de que una y otra vez le repita las mismas cosas… Sufre con ello.
-Bueno, pues déjalo ya, caramba. No vayas por ahí…
-Tienes razón, pero entiéndelo, necesito que sepa, que comprenda, aunque no lo apruebe o aunque le parezca que no lo hice nada bien… Bueno, a lo que voy. Hace unos días discutimos por lo mismo. Me notó raro, incluso me llamó, hablamos por teléfono, pero yo estaba de tan de mala leche dándole vueltas a que no me quería entender, a que había olvidado todo..., bueno todo no, lo malo, eso sí que lo recuerda todo perfectamente
-¿Lo malo? ¿Cómo lo malo?
-Bueno, hubo cosas. Algunas cosas casi dramáticas, pero que al final terminaron por unirnos todavía mucho más… Ya te iré contando. Lo que a mi me ha reconcomido por dentro es que los momentos buenos, los bonitos incluso los divertidos, los haya olvidado totalmente, pero del todo, vamos. Y eso, unido a que empezara a decirme cosas como "no te conozco", "no sé cómo eres" o que por alguna cosa sin mayor importancia me llegue a confundir con un tipo de persona que no soy…, en fin. Que pensando en todo eso y luego leyendo lo que escribe de sus experiencias con otros hombres, de cómo uno le pide que se ponga su camisa para que deje en ella su olor, otro que le dejó con deseos de besarle, que si con otro compartía confidencias íntimas, que si otro la erotizó antes de hacerle el amor…
-Pero bueno Job, tú no puedes estar en esas cosas. Date cuenta de que no tienes ningún derecho ni siquiera a valorar…
-Ya, ya, ya… No me insistas Jose que ya lo sé. Si te lo digo es para que sepas qué narices estaba pasando dentro de mi cabeza. Ya sé que no debo ni puedo hacerme juicios de valor. En realidad no me los hago. Ha sido, ya te digo, un montón de cosas en un momento mío malo y he dado un patinazo de los de campeonato. Claro que con cualquier otra persona y de no tratarse de quien se trata…, a ninguna de esas cosas las hubiera dado mayor importancia, no las hubiera tenido en cuenta ni por lo más remoto.
-Ahí le has dado. Eso es lo que tienes que hacer.
-¿Qué te crees? ¿Qué no me doy cuenta? ¡Que ya tenemos una edad Jose!
-Bueno y qué ¿Qué vas a hacer?
-¿Qué voy a hacer? Nada. Lamentarme. Y pedir perdón, claro, disculparme. Ojalá esto no pase de aquí y podamos seguir teniendo una buena y sincera amistad…
-Eso no depende sólo de ti Job
-Ya, ya lo sé. Me he equivocado. Soy consciente y tendré que aceptar lo que sea, por mucho que me duela… No me queda otra. En fin, me tocará sufrir otra vez, yo solito me lo he ganado.
-Anda, vamos a tomar unas cañas. Yo invito.
-¡Hombre, eso sí que es buena idea!
-¿A qué ya estás mejor?
-No hay nada como tener alguien con quien poder hablar para aclarar las ideas. Eres un amigo Jose.
-Y tú, Job… y tú. Oye ¿y cómo la conociste?
-Esa es una historia muy bonita. Te la cuento con la primera caña…


Job y yo nos alejamos del parque camino de un bar cercano charlando animosamente. Estaba entusiasmado por contarme cómo conoció a Virginia y cómo se enamoró de ella. Esa es una historia que pasó hace mucho, mucho tiempo… Lo mejor es que Job está bien. Cuando me enteré de lo de su “despedida” me dejó muy preocupado, la verdad.

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